¿Qué es lo peor que puede pasar?

Un poco antes de terminar el pre grado en Antropología, decidí meterme a un cursito de pintura abstracta en un taller cerca de mi casa. Las clases eran dos días a la semana por las mañanas y como era de esperarse, todas las participantes eran amas de casa cincuentonas. Pero yo lo disfrutaba, no sólo por las horas de pintura, si no también por la oportunidad de desconectarme de los cursos de la universidad y de la presión de estar a punto de graduarme.

Más o menos a la mitad del curso empezamos a pintar en lienzos lo que habíamos estado aprendiendo y practicando las primeras semanas. Fue entonces cuando me enfrenté por primera a un miedo que después se me haría bastante familiar. Había pasado ya cuatro sesiones y yo seguía pegada en el primer lienzo. Obsesionada con el detalle y la perfección, avanzaba a paso de tortuga mi cuadro. Perdía minutos mirando el lienzo, decidiendo y mezclando los colores... y cada vez que me disponía a agarrar un pincel me invadía una suerte de angustia y miedo de malograr lo poco que había logrado avanzar.

Un buen día mi profesora se paró a mis espaldas a contemplar mi cuadro. Yo, entre asustada y contenta por la visita, me hice a un lado inmediatamente para acompañarla en su reflexión. Ella, sumergida en un dialogo interno hacía uno que otro ruidito mientras miraba atenta mi avance. De pronto, en cámara lenta, volteó a mirarme, se acercó a la mesa donde estaban mis materiales, agarró mi pincel más grueso, lo mojó con óleo negro y trazó una enorme equis en la mitad del lienzo. No podía creer lo que me estaba pasando! Quería gritar, arrebatarle el pincel, pero estaba tan confundida que sólo atiné a poner mis manos sobre mi boca y suspirar.

La clase entera nos miraba con los ojos abiertos, algunas susurraban comentarios de sorpresa entre ellas. Pero mi profesora, muy calmada, volteó a mirarme, tomó un sorbo del café que llevaba en la mano y se volvió a poner a mi costado para acompañarme a contemplar mi cuadro. Entonces me dijo: "¿Qué es lo peor que puede pasar? Si te sale mal, agarras otro lienzo y vuelves a empezar".

No me volví a meter a una clase de arte porque valgan verdades, no soy muy buena. Pero disfruté lo que quedó del curso como ninguna otra alumna. Me di la oportunidad de pintar sin que me importe el resultado final y sin miedo a equivocarme. Y hoy, cada vez que estoy en una de esas situaciones en las que me cuesta trabajo decidir o me paraliza el miedo, me repito la misma pregunta como un mantra: ¿Qué es lo peor que puede pasar?. La respuesta siempre es la misma, nada o por lo menos nada grave. Y si algo sale mal o diferente a como quiero, pues vuelvo a empezar.

Comments

  1. Tal como tu dices, el no temer al error hace que exploremos alternativas que nos lleven a nuevas experiencias. O, ampliando, la falta de opciones en los planes tradicionales es lo que nos impulsa a buscar nuevos caminos aunque ello implique nuevos riesgos. Y si decides arriesgar, que es lo peor que puede pasar?

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  2. Y siguiendo con el tema, cuantas veces has escrito algo y lo has borrado? O cuantas veces te has callado lo que querias decir? Si hoy no te la juegas, mañana no llores.

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