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Zapatos para el funeral

Los últimos meses habían sido una mierda. Llenos de angustia, miedos y dolor. Mucho dolor. Había visto a su madre deteriorarse poco a poco. En menos de 6 meses pasó de ser una mujer inteligente, elegante, imponente, bien vestida, a ser casi una anciana, delgada, callada y siempre cansada. Cuando la enfermedad empezó a ganarla dejó de salir a la calle. Recibió visitas durante algunas semanas en la sala grande de la casa, con cafe y bocaditos. Pero rápidamente el cansancio era mayor. Dejó de arreglarse, de usar peluca y empezó recibir solo a familiares y amigos íntimos en el escritorio del segundo piso. Las últimas semanas no salió de su cuarto. Se pasaba las horas dormitando en el sillón reclinable arrullada por las conversaciones de las pocas visitas y por el ruido de las máquinas de hospital que la rodeaban. El día del velorio comenzó muy temprano. Eran las 8 de la mañana y ya habían terminado la mayoría de coordinaciones: la iglesia, las lecturas, el ataúd, las flores, el anuncio ...

¡Que se vaya lo malo, que venga lo bueno!

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Este año nuevo, como todos los años, hice un ritual para despedir al año viejo y bien venir al nuevo. Pero esta vez, o por lo menos así lo quiero creer, hice el ritual con mucha más convicción y mucho más deseo. El 2017 ha sido un año de mierda. De los peores. Y necesitaba asegurarme, o por lo menos intentar, que nada de él me persiga al 2018. Desde que tengo memoria siempre he hecho algún ritual de año nuevo: correr una vuelta a la manzana cargando una maleta para viajar el siguiente año, ponerme un calzón amarillo (normalmente comprado en el mercado más cercano) para la buena suerte, ponerme lentejas sin cocinar en los bolsillos (meses después siguen apareciendo lentejas) para la plata, comer 12 uvas a media noche (o atragantarse 12 uvas a la vez) no sé bien para qué... y todos siempre los he hecho con la mejor intención los mejores deseos para el siguiente año. Y bueno, también los he hecho porque son súper divertidos, especialmente con un par de tragos encima. Me acuer...

Todo es culpa del Huracán Harvey

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Hoy es Lunes y como todos los Lunes de los últimos 2 meses me levanté mucho mas temprano de lo habitual para la reunión semanal con mi jefe. Normalmente me levanto a las 6, así que saquen la cuenta. Pasaron dos snooze the 8 minutos antes de lograr pararme de la cama. Hacía frío, estaba cansada (por más que me acosté super temprano) y francamente tenía bien pocas ganas de ir a la oficina. Me duché al toque y felizmente me alcanzó el tiempo para prepararme un café. Bá-si-co porque la cafetería de la oficina no está abierta tan temprano y menos los Lunes. Mientras esperaba a que hirviera el agua miré mi celular y me distraje con la clásica revisada mañanera de redes sociales. Noticias y los chismes del fin de semana: el final de GOT, el huracán en Houston, algún cumpleaños infantil, reencuentro de colegios, la huelga nacional de profesores, en fin. No estaba lo suficientemente despierta para prestar atención a nada hasta que una imagen con la siguiente frase capta mi mirada y me det...

Quién soy? De dónde vengo? A dónde voy?

Hay personas que básicamente nacieron sabiendo qué es lo que quieren ser de grandes. Por su puesto, son personas con una consistencia envidiable y a las que se les chorrea la vocación. Conozco a varios, pero el que no deja de sorprenderme es mi amigo Fisher. Desde que existe en mi vida (primeros años de universidad) él la tenía clarísima, sería director de teatro y ademas sería el mejor. Bueno pues, qué creen que es él hoy? El mejor director de teatro del Perú. Punto. Hace no mucho fuimos a almorzar junto con una gran amiga que tenemos en común. Una juntada que solía ser recurrente y que estoy segura lo será de nuevo. Estábamos conversando, quejándonos de la vida, soñando, ya saben, clásica conversa de amigos de toda la vida y de pronto llegamos a la siguiente pregunta: qué sería si pudiera volver a empezar? Creo que ya estábamos en el postre, azucar a la vena, así que la pregunta nos pegó con fuerza. Yo por supuesto, entré en mi clásico loop de sueños no cumplidos mezclados con la ...

Malas noticias #1

Hace un par de meses estaba leyendo en la sala de mi casa un libro nuevo. Sábado, 11 de la mañana, todavía en piyama, con la segunda tasa de café en la mano. Y de pronto entra la llamada de mi mejor amiga que vive hace años en EEUU. "Hola!" contesto emocionada, "y esta llamada? A qué se debe la sorpresa?" Inmediatamente me arrepentí de haber dicho eso. Y si es una mala noticia? Yo acá gritando como tonta y quizá es una mala noticia. Pero por qué seré tan negativa siempre. Nunca voy a cambiar. Quizá sí es una llamada de buenas noticas y yo ya estoy pinchando el globito. Silencio. Silencio. Uno de esos silencios intensos que te paralizan y que logran meterse en tu cerebro y en tu cuerpo y hacer que la temperatura del ambiente baje a pesar de estar en pleno verano. "Hola Caro, te llamo porque quiero contarte algo. Te acuerdas de la bolita que me sentí a comienzos de año...." En ese momento dejé de escuchar. En ese momento pasaron tantos pensamientos y se...

Historias de montañas #2

Hace un poco más de un par de meses me trepé a un avión con dirección a Boulder, Colorado. Uno de los viajes más espontáneos de mi vida. La selección del lugar y la compra del pasaje se dió tan solo 6 días antes y después de un rápido descarte a la pequeña lista que había hecho mientras buscaba un plan para el feriado largo de Semana Santa. La selección terminó siendo fácil, un lugar nuevo, a donde tenga amigos que me hospeden y que no cueste exorbitantemente caro. Done, Boulder it is. A diferencia de otras vacaciones, esta sí fue una de escape. Había estado los últimos 5 o 6 meses en otra, cansada, y necesitaba algo que me ayude a salir de la inercia en la que me encontraba. A pesar de estar en pleno verano, mis días se limitaban a trabajar y a dormir. De vez en cuando hacía algo que me distraía un poco, pero para alguien a quien le encanta salir, ir a la playa, el mar... estos "algos" eran absolutamente mediocres. Así que sin mucho pensarlo (tanto que lleve la ropa equ...

Historias de montañas #1

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Hay personas que son de montaña y personas que no lo son. Yo no sé si soy 100% de montaña, pero definitivamente disfruto de escaparme a las alturas. No hay quién me detenga cuando aparece la oportunidad de ir al Cusco (al Valle del Urubamba) o a Ancash (Huaripampa), aunque sea solo por un fin de semana. De todas las montañas que hay en la sierra peruana, estas son a las que voy con la total seguridad de que voy a pasarla demasiado bien. Aire fresco, cielo azul en el día y estrellado en las noches, naturaleza, frío pero bien abrigada, libros y vinos, muchos vinos. Claro que puedo hacer hikings entre otras actividades, pero nada se compara con un buen atardecer en alguna terraza leyendo un libro o escuchando buena música o ya pues, conversando con amigos. Sin embargo, después de tres o cuatro días en la sierra, extraño la ciudad. Extraño el tráfico, el café de por mi casa, salir por la noche a algún restaurant, caminar por las calles, el teatro, el cine, los bares y el mar. Extrañ...