Historias de montañas #2

Hace un poco más de un par de meses me trepé a un avión con dirección a Boulder, Colorado. Uno de los viajes más espontáneos de mi vida. La selección del lugar y la compra del pasaje se dió tan solo 6 días antes y después de un rápido descarte a la pequeña lista que había hecho mientras buscaba un plan para el feriado largo de Semana Santa. La selección terminó siendo fácil, un lugar nuevo, a donde tenga amigos que me hospeden y que no cueste exorbitantemente caro. Done, Boulder it is.

A diferencia de otras vacaciones, esta sí fue una de escape. Había estado los últimos 5 o 6 meses en otra, cansada, y necesitaba algo que me ayude a salir de la inercia en la que me encontraba. A pesar de estar en pleno verano, mis días se limitaban a trabajar y a dormir. De vez en cuando hacía algo que me distraía un poco, pero para alguien a quien le encanta salir, ir a la playa, el mar... estos "algos" eran absolutamente mediocres. Así que sin mucho pensarlo (tanto que lleve la ropa equivocada) llegué a Colorado.

Los primeros días del viaje fueron justo lo que necesitaba. Me dediqué a leer, correr y disfrutar de restaurantes locales. Luego, de la nada, decidimos escaparnos a las montañas en busca de nieve. Hacía más de 15 años que no me trepaba a un snowboard!! Y carajo, hace tiempo que no tenía tanto miedo!! No sólo por el vértigo al bajar las montañas (le tengo pavor a las alturas) si no sobretodo por la posibilidad de romperme algo (ya no soy la de 21 años). Pero me metí a clases y mandé, y al final del segundo día me bajé hasta una montaña azul. Pasu, qué nivel de adrenalina, qué tal recarga de baterías! De vuelta a Boulder seguimos con las actividades divertidas. Hicimos unos hikes "tranquilos" pero de 8 km trepando montaña, fuimos a un concierto de una banda desconocida que resultó buenísima, probamos chelas locales muy buenas...

Y así estaba por acabarse mi "escape". El último día lo pasaríamos en la casa de la montaña de otra Peruana que vive por la zona. Parrilla, chelitas y si el clima lo permitía, hot tub. Golpe de 2 pm y después de comprar cositas nos enrumbamos hacia Nederland. Qué nombre para más raro pensé, me suena a que le falta una "s". Llegamos a la casa de A, una casa hermosa de madera y adobe rodeada de un bosque tupido de árboles enormes. Nos acomodamos en su terraza en una mesa de madera soñada mientras preparamos la parrilla, tomamos chelitas... ¡Qué loca la mezcla de personas que estábamos ahí! Peruanos y gringos, algunos con historias en común, otros conociéndonos por primera vez. Pero la mezcla funionó perfecto. Pasamos una de esas tardes llenas de risas, buena conversa sobre la vida y los viajes, escuchando música antigua con la que obviamente terminamos cantando y bailando a las mil de la noche.

Creo que fue esa noche cuando cambió todo. Al día siguiente no tenía duda, mi viaje había cumplido, me había sacudido de la inercia que quería dejar atrás. Durante esa noche me acordé de lo paja que es salir, aprender, conocer gente nueva, conversar, probar cosas nuevas. Así de la nada, me re conecté, me acordé de quién era yo... y ya no me dejé ir si no más bien me traje de vuelta conmigo a Lima.

Comments

Popular posts from this blog

¡Que se vaya lo malo, que venga lo bueno!

Todo es culpa del Huracán Harvey

Las mejores ideas se me ocurren en la ducha